ESTE ES UN NUEVO DÍA PARA EMPEZAR DE NUEVO

No lo olvides. Tú eres el protagonista de tu vida. ¿Quieres que sea una aventura maravillosa?. Entonces: ¡¡¡ VIVE !!! Saborea cada instante, cada persona, cada encuentro, la soledad, el retiro... Nadie ha dicho que sea fácil. Pero siempre es posible recuperar nuestra inocencia infantil y gritar: ¡LA AVENTURA NOS ESPERA! (Si tienes un recurso que vale la pena compartir, házmelo llegar...)

El secreto de Beppo Barrendero (13)

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Aun cuando alguien tiene muchos amigos, suele haber entre ellos unos pocos a los que se quiere todavía más que a los demás. También en el caso de Momo era así.
Tenía dos mejores amigos que iban a verla cada día y que compartían con ella todo lo que tenían. Uno era joven y otro viejo.  Momo no habría sabido decir a quién de los dos quería más.

El viejo se llamaba Beppo Barrendero.  Seguro que en realidad tendría otro apellido, pero como era barrendero de profesión y todos lo llamaban así, él también decía que ése era su nombre.
Beppo Barrendero vivía en una choza que él mismo se había construido, cerca del anfiteatro, a base de ladrillos, latas y cartón embreado. Era extraordinariamente bajo e iba siempre un poco encorvado, por lo que apenas sobrepasaba a Momo.  Siempre llevaba su gran cabeza, sobre la que se erguía un mechón de pelos canosos, un poco torcida, y sobre la nariz llevaba unas pequeñas gafas.
Algunos opinaban que a Beppo Barrendero le faltaba algún tornillo. Lo decían porque ante las preguntas se limitaba a sonreír amablemente y no contestaba. Pensaba. Y cuando creía que una respuesta era innecesaria, se callaba.  Pero cuando la creía necesaria pensaba sobre ella.  A veces tardaba dos horas en contestar, pero a veces tardaba todo un día.  Mientras tanto, el otro, claro está, había olvidado qué había preguntado, por lo que la respuesta de Beppo le sorprendía.
Sólo Momo sabía esperar tanto y entendía lo que decía.  Sabía que se  tomaba tanto tiempo para no decir nunca nada que no fuera verdad. Pues en su opinión, todas las desgracias del mundo nacían de las muchas mentiras, las dichas a propósito, pero también las involuntarias, causadas por la prisa o la imprecisión.
Cada mañana iba, antes del amanecer, en su vieja y chirriante bicicleta, hacia el centro de la ciudad, a un gran edificio. Allí esperaba con sus compañeros, en un patio, hasta que le daban una escoba y le señalaban una calle que tenía que barrer.
A Beppo le gustaban estas horas antes del amanecer, cuando la ciudad todavía dormía.  Le gustaba su trabajo y lo hacía bien. Sabía que era un trabajo muy necesario.
Cuando barría las calles, lo hacía despaciosamente, pero con constancia; a cada paso una inspiración y a cada inspiración una barrida. Paso - inspiración - barridaPaso - inspiración - barrida. De vez en cuando, se paraba un momento y miraba pensativamente ante sí. Después continuaba su tarea: paso – inspiración – barrida.
Mientras se iba moviendo, con la calle sucia ante sí y la limpia detrás suyo, se le ocurrían pensamientos.  Pero eran pensamientos sin palabras, pensamientos tan difíciles de comunicar como un olor del que uno a duras penas se acuerda, o como un color que se ha soñado. Después del trabajo, cuando se sentaba con Momo, le explicaba sus pensamientos.  Y como ella lo escuchaba a su modo, tan peculiar, su lengua se soltaba y hallaba las palabras adecuadas.

-Ves, Momo -le decía, por ejemplo-, las cosas son así: a veces se tiene ante sí una calle larguísima.  Se cree que es tan terriblemente larga, que nunca se podrá acabarla, se cree uno.
Miró un rato en silencio a su alrededor; entonces siguió:
-Y entonces se empieza a dar prisa.  Y cada vez se da más prisa. Cada vez que se levanta la vista, se ve que la calle no se hace más corta.  Y se esfuerza más todavía, se empieza a tener miedo, al final se está sin aliento.  Y la calle sigue estando por delante.  Así no se debe hacer.
Pensó durante un rato. Entonces siguió hablando:
-Nunca se ha de pensar en toda la calle de una vez, ¿entiendes? Sólo hay que pensar en el paso siguiente, en la inspiración siguiente, en la siguiente barrida.  Nunca nada más que en el siguiente.
Volvió a callar y reflexionar, antes de añadir:
-Entonces es divertido; eso es importante, porque entonces se hace bien la tarea. Y así ha de ser.
Después de una nueva y larga interrupción, siguió:
-De repente se da uno cuenta de que, paso a paso, se ha barrido toda la calle. Uno no se da cuenta cómo ha sido, y no se está sin aliento.
Asintió en silencio y dijo, poniendo punto final:
-Eso es importante.
(MOMO, Michael Ende)
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No estéis, pues, preocupados por el día de mañana, porque mañana ya habrá tiempo de preocuparse. A cada día le basta con sus propios problemas”, Jesucristo en Lc 6, 34
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