La rosa -cuento- (8)
*
LA ROSA
El poeta Rainer María Rilke vivió
muchos años en París.
En compañía de una amiga francesa iba todos los días a
la Universidad
por una calle muy frecuentada.
Allí, en un rincón, encontraba sin falta a una pobre
mendiga que pedía limosna a los viandantes. La viejecita, como una estatua
sentada en su nicho habitual, permanecía inmóvil, tendida la mano y fijos los
ojos en el suelo.
Rilke, el poeta, nunca le daba nada, al contrario de
su compañera que casi siempre dejaba caer en su mano alguna moneda.
Un día la joven francesa,
maravillada por la actitud del poeta, le preguntó: - ¿Por qué no le da nunca
nada a esa pobrecilla?
- Creo que hemos de darle algo a su corazón, no a sus
manos, respondió el poeta.
Al día siguiente, Rilke llevó una espléndida rosa entreabierta,
la puso en la mano de la mendiga e hizo ademán de continuar.
Entonces sucedió algo inesperado: la mendiga alzó los
ojos, miró al poeta, se levantó del suelo con mucho trabajo, tomó la mano del
hombre y la besó. Acto seguido, se fue, estrechando la rosa contra su pecho.
Nadie la volvió a ver durante toda la semana. Pero
ocho días después, la mendiga de nuevo apareció sentada en el mismo rincón de
la calle. Inmóvil y silenciosa como siempre.
- ¿De qué habrá vivido la mujer en esos días en que no
recibió nada?, inquirió la joven francesa.
- De la rosa, respondió el poeta.
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