Encontrar a Dios en la vida (49)
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«El siervo, dijo al rey:
"Mi señor, Narottam, el santo, jamás se digna visitar
tu templo. En cambio, si salieras al camino lo verías colmado de gente, cual
enjambre de abejas en torno del blanco loto, deseosa de escuchar las alabanzas
que a Dios entona.
¡Por eso, mi rey, tu templo se encuentra vacío y sin
servidores el áureo recipiente de la miel!".
Mortificado y herido en su corazón, el rey salió al camino
donde Narottam oraba sentado en la yerba, y le dijo:
“Padre, ¿por qué te sientas en el polvo del camino y no
acudes a mi templo para predicar el amor a Dios bajo su cúpula de oro?”
Narottam, dijo:
"Dios no está en tu templo".
Ceñudo, el rey replicó:
“¿Acaso ignoras que en su construcción gasté veinte millones
y que su consagración se realizó con las más magníficas ceremonias? “
"Lo sé", replicó Narottam.
“Recuerdo que fue aquel año trágico en que el fuego destruyó
tu ciudad y millares de desamparados acudieron a tu palacio en demanda de ayuda.
Y, como nada recibieron de tus manos, también recuerdo que Dios les ha dicho:
"¡Mil veces miserable aquél que no queriendo levantar la casa de sus
hermanos pretende erigir la mía!".
"Por
eso Dios se marchó con los desamparados y prefirió el techo que le brindaban
las copas de los árboles. De manera que esa pompa que tú mencionas no tiene más
que el vaho cálido de tu orgullo", concluyó Narottam.
El rey se indignó, gritándole:
“¡Márchate de mi reino!”.
Pero, el santo, sereno, le repuso:
“Lo
sé... Me arrojas adonde desterraste a mi Dios”. »
(La cosecha. Poema 34 . Rabindranath Tagore,
tomado de Esta es nuestra fe. Teología
para universitarios.
Luis González-Carvajal Santabárbara)
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