ESTE ES UN NUEVO DÍA PARA EMPEZAR DE NUEVO

No lo olvides. Tú eres el protagonista de tu vida. ¿Quieres que sea una aventura maravillosa?. Entonces: ¡¡¡ VIVE !!! Saborea cada instante, cada persona, cada encuentro, la soledad, el retiro... Nadie ha dicho que sea fácil. Pero siempre es posible recuperar nuestra inocencia infantil y gritar: ¡LA AVENTURA NOS ESPERA! (Si tienes un recurso que vale la pena compartir, házmelo llegar...)

El corro de la felicidad (40)

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Un día, no hace mucho tiempo, un campesino se presentó a la puerta de un convento y llamó con fuertes aldabonazos. Cuando el hermano portero abrió el pesado portón de roble, el campesino sonriente le enseñó un magnífico racimo de uvas.
- Hermano portero, -dijo el campesino- ¿sabes para quién he traído este magnífico racimo de uvas, el más hermoso de mi viña?
- Quizás para el abad o para otro padre del convento.
- No. Para ti.
- ¿Para mí? – El hermano portero se puso rojo de contento.- ¿Lo has traído precisamente para mí?
- Claro. Porque te has portado siempre conmigo como un amigo y me has ayudado siempre en lo que te he pedido. Quiero que este racimo te dé un poco de alegría.
La alegría sencilla que brotaba espontánea en el rostro del hermano portero se reflejaba también en el campesino.
El hermano portero colgó el racimo de uvas bien a la vista y lo estuvo contemplando toda la mañana. Pero de repente le vino una idea: ”¿Por qué no llevar este racimo al abad para darle un poco de alegría también a él?”.
No lo pensó dos veces, cogió el racimo y se lo llevó al abad. El abad se alegró de verdad. Pero se acordó de que había en el convento un fraile anciano que estaba enfermo y pensó: “Le llevaré el racimo, así se aliviará un poco”.

Así el racimo de uvas emigró de nuevo. Pero no se quedó mucho tiempo en la celda del fraile enfermo. Este pensó que el racimo sería una delicia para el hermano cocinero, que pasaba todo el día sudando en la cocina junto al horno y al fuego, y se lo hizo llevar. Pero el hermano cocinero se lo regaló al hermano sacristán, por darle un poco de gusto también a él. Y éste se lo llevó al hermano más joven del convento, que se lo pasó a otro, y a éste le vino la bonita idea de pasarlo a otro. Hasta que, de fraile en fraile, el racimo de uvas volvió al hermano portero para alegrarle la vida también a él. Así fue como se completó el corro. El corro de la felicidad.
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